Eran los finales de los años 70 cuando al director alemán Werner Herzog se le ocurrió la brillante y extravagante idea de hacer una apuesta especial con su amigo y compañero Errol Morris. Herzog veía gran potencial en Morris para dirigir, entendía que sería capaz de decir mucho a través de la cámara, por lo que apostó que si lograba terminar su opera prima se comería su propio zapato. En 1979, Morris estrenaba “Gates of Heaven” un documental sobre el negocio de un cementerio de animales, dando lugar al cortometraje “Werner Herzog Eats His Shoe” de Les Blank, donde el director alemán cumplió su palabra y se comió su zapato en un guiso.
Resulta interesante y hasta gracioso que la película que hizo que Herzog se comiese su zapato fuese sobre el funcionamiento de un cementerio de animales, un argumento que de primeras puede resultar extravagante y excéntrico, pero con el que Morris era capaz de hablar sobre el ser humano y su concepción sobre la muerte. El documental recoge las declaraciones y entrevistas de personajes bastantes peculiares, tanto los dueños de las mascotas como la de los trabajadores y jefes del cementerio se prestaron sin ninún problema al documental.
Morris no necesita de una voz en off que hile los comentarios, el director simplemente planta la cámara frente a los personajes para que estos hablen y expresen su concepción y relación con la muerte. Es una recopilación sobre las emociones y sentimientos de los dueños y sus mascotas. Esta premisa sirve para que Morris nos hable sobre esta relación tan antigua entre la muerte y el ser humano, el miedo atroz que sentimos por naturaleza a la muerte, un proceso que desconocemos por completo y del que únicamente podemos especular.
Los entrevistados tienen en su mayoría unas creencias ancladas en la concepción de la muerte cristiana. Hay unas interesantes ideas subyacentes sobre la concepción de la muerte y la religión, sobre la necesidad de la creencia de un ser omnipotente que explique los misterios de la vida que como seres humanos somos incapaces de resolver
Las personas que pasan a lo largo del metraje no solo exponen su concepción sobre un tema tan difícil de tratar como es la muerte, sino que además, expresan mediante sus palabras el amor, el cariño y el aprecio que sentían por sus compañeros, las emociones y el amor que desprendemos como personas hacia nuestros seres queridos. Los entrevistados se expresan con bastante soltura y gracia, como la anciana que habla sobre su nieto que no le visita desde hace años, el relato logra impregnarse de costumbrismo y ternura, nada suena ridículo a pesar de la extravagancia de los entrevistados.
El gran enemigo de todo este derroche de emociones y amor es el capitalismo. Morris lo presenta como algo frio e insensible, como el mal que no deja prosperar la idea altruista del cementerio. Logran desalojar el primer cementerio que construyen, en el que según los dueños de las mascotas se tomaron a risa todo lo relacionado con el cementerio depreciando varios años de trabajo. Las buenas y bonitas iniciativas no tienen demasiada prosperidad en la sociedad capitalista.
A pesar de todos los problemas, logran reabrir el cementerio, así los dueños podían seguir visitando a sus antiguos compañeros. Lo que logra Morris con “Gates of Heaven” es hablar sobre la muerte desde un punto de vista totalmente distinto y extraño, todos los temas son tratados alrededor de una atmosfera “pseudocómica” y excéntrica.
Un visionado al que merece bastante la pena echarle un ojo, ya no solo por la interesante forma en el que toca sus temas, si no por la batería de personajes que asoman por la pantalla. Sin duda, Herzog tuvo gran acierto en motivar y “picar” a Morris en su carrera cinematográfica, consagrándose con los años como una de las figuras más reconocidas del mundo documental.