Takashi Miike se ha convertido en uno de los directores más prolíficos de la historia del cine, dirigiendo algo más de 100 películas. Un director que trabajó junto a su compatriota Shohei Inamura (Balada de Narayama, Lluvia negra). Saltó a la fama con el éxito que cosechó internacionalmente “Audition” en 1999, una historia turbia y sangrienta sobre un cuarentón viudo que intenta buscarle una novia a su amigo mediante el casting de una película inexistente.
Ya desde sus inicios, haría numerosas adaptaciones de mangas. Algunas de las más reconocidas serían “Ichi the Killer”, “La espada del inmortal”, “JoJo’s Bizarre Adventure: Diamond Is Unbreakable” o “Terra formars”, unos increíbles mangas con alguna que otra adaptación que no le hace justicia a la obra original. Miike es un director que ha tocado una ingente cantidad de géneros, el chambara con “13 assassins” -muy recomendada-, el western a lo samurái en “Sukiyaki Western Django”-con un gracioso cameo de Tarantino-, el cine de superhéroes con su emblemática “Zebraman” o el J-horror con “Llamada pérdida”. Como un breve resumen de su extensa filmografía.
En sus inicios destacó sobre todo por su cine de yakuzas como “Shinjuku Triad Society” o “Fudoh: The New Generation”, algunas de aquellas obras basadas en mangas con bastante comedia de por medio. Me quiero centrar en esta ocasión sobre su cine de yakuzas, y en concreto en “Full Metal Yakuza” de 1997.
Se nos cuenta la historia de Ken Hagane, un chico que logra su sueño de convertirse en yakuza gracias a la motivación de su jefe. Pronto se dará cuenta de la dura vida del yakuza. La gente le considera como un autentico perdedor, nadie le respeta, ni los chicos del barrio, ni sus amigos, ni su novia, es un hombre totalmente frustrado que no sirve para la vida de yakuza. Su sueño de ascender en la familia se ven frustrados cuando su mentor, su “Oyabun”-jefe- sale de la cárcel. Como viene siendo habitual en el cine de yakuzas, una traición acaba con el asesinato tanto de Ken como el de su mentor. Un científico recoge los cadáveres de ambos y los fusiona para devolver a la vida a Ken, ahora convertido en un ciborg, creándose así Full Metal Gokudo. Ken poseerá tanto el espíritu como el corazón del jefe que tanto respetaba.
Un argumento que bebe de mucho clásicos como “Robocop”, la influencia más clara, pero también de “Frankenstein”, con la figura del científico loco que busca crear el robot definitivo a partir de trozos de cadáveres. O “El vengador tóxico” donde ambos protagonistas se convierten en unos monstruos sedientos de sangre y de venganza. Es un argumento que se asemeja también a las películas de superhéroes y a los comics, como la creación de Ciborg en el universo DC.
La película se presenta como una autentica “bizarrada”, que termina por ser algo bastante sórdido y desagradable en los tramos finales con la escena de la violación.
Es una película bastante grotesca, no se toma en serio en casi ninguna ocasión. Coge una estructura del cine clásico de yakuzas como la venganza, el honor y el compañerismo, y lo mezcla con otros elementos ajenos a este como lo absurdo y lo extravagante, creando una obra cuanto menos curiosa.
Takashi Miike peca mucho de mostrar demasiadas escenas gratuitas de desnudos, que en ocasiones deriva en algo verdaderamente incómodo para el espectador. Se nota por ello, por el gusto a la sangre, al gore y a los desnudos, que es una película muy de videoclub, para vender directamente en cintas, de ahí la el poco presupuesto de la película.
Algo que no debería de desmerecer para nada a la obra de Miike. Es una película redonda y ridículamente divertida, un argumento y un estilo cercano al manga anime, y una subversión bastante interesante sobre el cine de yakuzas. Cuando Takeshi Kitano empezaba a realizar su cine de yakuzas, Miike optó por parodiar y jugar a su antojo sobre este mundo de honor y venganzas.