‘Madame Curie’, de la directora franco-iraní Marjane Satrapi (Persepolis, The Voices), nos acerca a cómo su vida personal influyó en el trabajo de la primera ganadora del Premio Nobel. La historia de cómo una inmigrante polaca desarrolla toda su vida al servicio de la siempre ilustrada y envidiada República Francesa y acaba repudiada por sus propios vecinos.
Curie se pasa toda la película librando batallas; vence poco a poco al apoltronado establishment científico francés, siempre con la inestimable ayuda de su marido Pierre Curie. Se enfrenta a la opinión pública por vivir en concubinato tras fallecer su marido y a sus seres cercanos por querer seguir trabajando con esa sustancia de color verde fosforito cuyas cualidades aún se desconocen.
Como película educativa puede funcionar. Va injertando escenas futuras en las que vemos el uso futuro de la radiación, tanto los positivos como los negativos, tanto un niño recibiendo un tratamiento contra el cáncer como ese genocidio nuclear de Hiroshima y Nagasaki. Enseña que el progreso científico siempre es positivo porque debe ir ligado al beneficio humano.
Sin embargo, adolece de torpeza en muchos momentos. Tiene un ritmo narrativo que podría ser original, por todos los injertos y saltos temporales que presenta, pero que acaban cortando mucho el ritmo narrativo. Algunos conflictos y subtramas las resuelve en 5 minutos y otros te los puede contar con una escena al principio de la película y otra al final.
Además de esta manera de narrar también es bastante desalentadora la dirección, en este caso no por barroca, sino por insulsa y poco incisiva. Los rostros protagonistas, Rosamund Pike y Sam Riley (Pierre y Marie), no parecen estar demasiado motivados con su trabajo. Tampoco convencen las animaciones digitales y los efectos especiales.
Estreno en cines: 4 de diciembre.