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Donde habite el olvido

Crítica de la película ‘El Padre’, dirigida por Florian Zeller.

Un cartel nada halagüeño es la carta de presentación del debut tras las cámaras del dramaturgo francés Florian Zeller, quien adapta su popular obra de teatro del mismo nombre, El padre. Si bien póster y sinopsis parecen preceder a un lacrimógeno e insípido drama sobre una relación paterno-filial, la ópera prima de Zeller guarda más sorpresas de las esperadas.

La trama de El padre puede explicarse en pocas palabras: Anthony (Anthony Hopkins), un señor de 80 años bastante terco y cascarrabias empieza a cuestionarse la realidad que le rodea mientras va progresivamente sumiéndose en un profundo estado de demencia senil frente a la dolorosa mirada de su hija Anne (Olivia Colman), quien se encuentra cada vez más desesperada ante la impotencia de no ser capaz de ayudarle.

Una trama que en principio podría recordar bastante a la película de Michael Haneke, Amor (2012), termina subvirtiendo las expectativas al posicionarnos en el punto de vista de Anthony asistiendo con él a una realidad cambiante e inestable, donde nunca estamos seguros de qué es
real. Donde Haneke diseccionaba la vejez desde fuera, bajo un prisma aséptico y frío, Zeller, consciente de las limitaciones de su argumento, despliega una serie de recursos con los que nos pone en la piel de Anthony: juega constantemente con el orden cronológico de la narración,
llevándonos adelante y atrás en el tiempo; emplea a distintos actores para interpretar a los mismos personajes o viceversa o directamente cambia la localización de las mismas escenas. Todos estos elementos, cuyo abuso podría llegar a cansar, terminan enriqueciendo la narración, despertando atención y estimulando el interés del espectador.

A esto contribuyen también las imponentes actuaciones de los dos protagonistas. Por un lado, Olivia Colman está sublime en un papel contenido pero emotivo, donde cada una de sus miradas empapa la escena de una intensa calidez y desgarro ante la progresiva demencia de su padre.
Pero sin duda, el mayor logro de la cinta es una actuación impecable por parte de Anthony Hopkins que si bien es una descarada proposición indecente para llevarse su segundo Oscar, no está exenta de mérito. Hopkins recorre un amplio catálogo de emociones, llevando al
espectador a todos aquellos lugares donde su memoria empieza a quebrarse. Con él, nos sentimos perdidos y aturdidos ante una realidad que nos sobrepasa, entendiendo su desconcierto, su enfado, su dolor pero también el amor contenido hacia su hija Anne, incluso en los instantes más desesperanzadores.

Igualmente, los personajes secundarios, la música y especialmente, un contunde y sólido guion, construyen una experiencia cinematográfica realmente fascinante. Si bien la película peca de cierto tono teatral al ubicarse casi toda la historia en un mismo espacio, y que el tramo final es
algo largo y melodramático, la ópera prima de Florian Zeller es un inteligente ensayo sobre lo terrorífico que puede ser el olvidarnos de quiénes somos.

Estreno en cines: 23 de diciembre

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