Nos suena a prediluviano, pero en enero de 2020 descubrimos que hasta a María Teresa Campos, la reina de las mañanas y las tardes, le podían dejar por WhatsApp. Así somos. En declaraciones a Hola se desahogó afeando a su expareja, el cantante chileno Edmundo “Bigote” Arrocet las formas. «No se terminan casi seis años de relación por WhatsApp. No me parece bien cómo lo ha hecho»
Lo que pasa es que María Teresa es como el Real Madrid, o como un estudiante en época de exámenes, que siempre juega mejor bajo presión. En un ejercicio de paronomasia ejemplar, la patriarca de las Campos se sacó de la manga de su blusa de gasa una frase de las que se marcan a fuego en la memoria. «Que se acabe Edmundo no significa que se acabe el mundo»
Este episodio de la prensa rosa me vino a la mente al ver la adaptación de Herman Hesse Narciso y Goldmundo (2020), drama alemán dirigido por Stefan Ruzowitzky, sobre la amistad entre un religioso y mojigato ser como Narciso y un pecaminoso y aventurero Goldmundo. Ambos se conocen de infantes al coincidir en un convento y tras fraguar una intensa amistad, con deseos sexuales bastante prohibitivos del primero hacia el segundo. Goldmundo vivirá fuera de la disciplina religiosa las gracias y desgracias de la libertad medieval. Aventuras tales como ser vagabundo, huir de la peste, perder a su esposa, drogarse con otros libertinos o dedicarse a ser escribano o escultor. Lo que ocurre es que la mayoría de estas historias acaban porque Goldmundo es un seductor al que esta cualidad le busca problemas, por estos temas de honra y demás cosas que dan un poco de pereza.
Mientras este donjuán está por ahí viviendo, el monje Narciso lo aguarda desde su hogar como la fiel Penélope esperaba a Ulises en Ítaca. Al igual que en el periplo odiseico, el personaje que está de aventuritas vive constantes momentos de transgresión, principalmente líos de faldas que le alejan de los valores que marcan la vida del que lo aguarda. Goldmundo es, además, un ser sin memoria; abandonado por su padre en el convento al enterarse de que es un hijo bastardo, por lo que no tiene un recuerdo muy estable de su madre. Se convierte en un héroe en busca de su identidad, igual que Ulises y Bigote Arrocet.
Las aventuras de Edmundo también hicieron correr ríos de tinta. Mientras María Teresa (Penélope) esperaba en su casa de Molino de la Hoz (recientemente vendida por 3,2 millones, porque el olvido tiene un precio), en la localidad madrileña de Las Rozas, los rumores de infidelidad por parte del cantante durante sus viajes a Chile (Ítaca) resultaban tan polémicos y escabrosos como las imágenes que lo relacionan con la dictadura de Augusto Pinochet (cantaba arrodillado frente al tirano en el Festival de Viña del Mar de 1974).
A pesar de no contar con ningún elemento que destaque, veo muy atento esta película de producción alemana, principal objeto de esta crítica, aunque no lo parezca, porque este arquetipo narrativo me interesa; la persona que espera de manera monacal al seductor aventurero. Entran aquí sentimientos como la idealización de la persona amada o la desesperación de la ausencia, que somos capaces de tenerlos tanto nosotros, simples mortales, como María Teresa Campos. Lo cual nos iguala un poco.
«He llorado mucho porque él era mi compañía. Mi amigo, mi amante, mi todo»
¿La Campos o el monje Narciso?
Estreno en plataformas: 15 de febrero (iTunes, Google Play, Movistar +, Orange TV, Amazon, Filmin y Vodafone)