Por suerte o por desgracia, comparto con mi madre cierto interés hacia las producciones basadas en hechos reales. Si bien ella siempre se decanta por los telefilms místicos de los domingos por la tarde o los docudramas sobre asesinatos, yo suelo inclinarme por los clásicos dramas judiciales, carcelarios o periodísticos en los que la búsqueda de justicia funciona como motor narrativo. The Mauritanian, la última película de Kevin McDonald, incide en cada uno de los tópicos del cine basado en hechos reales, con cartelas explicativas al final sobre qué fue de cada uno de los personajes y con la sensación final de que el bien ha triunfado.
Kevin McDonald está más que acostumbrado a trabajar con material real. Su ya dilatada carrera se ha caracterizado por oscilar entre el documental, como buen ejemplo pueden ser los realizados sobre Bob Marley (2012) o Whitney Houston (2018) y obras en las que la historia y la justicia se dan la mano, como puede ser la hasta ahora su película más aclamada El último rey de Escocia (2006) o The Mauritanian.
La historia de The Mauritanian es de relativa actualidad. Tras los atentados del 11-S, un joven mauritano, Mohamedou Ould Slahi (Tahar Rahim), es encarcelado en Guantánamo si cargos ni juicio hasta que una abogada decidida a enfrentarse al gobierno de Estados Unidos (Jodie Foster) y su ayudante (Shailene Woodley) se ocupan de su caso.
Las propias cartas de Slahi, publicadas bajo el nombre de Diario de Guantánamo (2015), funcionan como eje mediante el cual se establecen los tres núcleos narrativos de la cinta. Por un lado, tenemos las propias vivencias del preso, que se mueven constantemente entre pasado y
presente en función de lo narrado en las cartas que les envía a sus abogadas. Estas últimas sostienen otro de los centros de la narración a través de la búsqueda constante de los documentos clasificados por el gobierno de los Estados Unidos. En el otro lado, el abogado militar de la acusación (Benedict Cumberbatch) intenta encontrar la información necesaria para vincular a Slahi con los atentados y así poder vengar la muerte de un amigo suyo.
Partiendo de estos tres pilares narrativos, McDonald, que es antes documentalista que director, se esfuerza en detallar la tediosa búsqueda de información de los abogados frente a la crudeza del internamiento del preso en Guantánamo. Sin embargo, el director prefiere no incomodar demasiado al espectador y elide cualquier tipo de pregunta embarazosa. Así pues, los pocos momentos en los que la película se acerca a la vinculación entre el propio gobierno de los Estados Unidos y la fundación de Al-Qaeda o los problemáticos límites legales de la prisión de Guantánamo son dejados de lado en pos de un acercamiento demasiado restringido a la historia que se cuenta. Dicho de otra manera, en The Mauritanian todos los personajes son buenos al final de la historia y parece que nadie ha estado demasiado implicado en las injusticias cometidas contra Slahi. La sensación final es de que el proceso de Slahi ocurrió en un momento y en una circunstancia muy concreta y no que a día de hoy eso pueda seguir ocurriendo.
El peso interpretativo es solventado con corrección por todos los actores. Tahar Rahim funciona bastante bien como protagonista. Su actuación es bastante desgarradora aunque ayudado sin duda por la crudeza de su maquillaje. Jodie Foster, como siempre, demuestra un talento desbordante en cada escena, lo cual es aún más llamativo por lo contenido y antipático de su personaje. Por su parte, Shailene Woodley y Benedict Cumberbatch quedan algo deslucidos aunque sus personajes tampoco daban para mucho más.

The Mauritanian intenta ser una clase de historia, un thriller político y un drama carcelario pero su intento por abarcarlo todo termina siendo algo plano. No es una película aburrida porque la historia es potente y el desarrollo visual, aunque academicista, resulta contundente y agobiante. Sin embargo, la clara falta de energía y, especialmente, de valentía por parte del director acaban lastrando el desarrollo del film. Porque cuando en los créditos finales aparecen los personajes reales celebrando la liberación de Slahi en una playa de Mauritania, la sensación de felicidad y de justicia que invade al espectador es tan ingenua que parece que el empeño del director en ser demasiado real ha resultado ser demasiado ficticio. No puedo decir que no me guste, pero nunca la realidad suele ser tan complaciente.
Estreno simultáneo en cines, Movistar+ y Filmin el 19 de marzo.