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Embriaguez perenne, genialidad infinita

Crítica de «Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan»

Quién no recuerda a Ares, aquel artista que desquició a la Guardia Civil en un control de alcoholemia esputando el ya histórico «pim pam, toma lacasitos». Diez años después, bajo el poso de la edad, protagonizó una campaña de seguridad vial donde, avergonzado, relató su pretérita batallita. Y claro, dejó otro lema para el recuerdo: «Salimos de fiesta yo y unos colegas y, nada, nos pusimos como atunes». Así, borracho como un bonito, pasa su existencia el mito irlandés Shane MacGowan, el genial poeta y líder de la icónica banda The Pogues, el protagonista del interesantísimo nuevo documental del cineasta que inmortalizó al punk, Julian Temple (The Clash y los Sex Pistols también pasaron por su objetivo).

Crítica de «Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan»
Póster del documental

La película, producida por Johnny Depp, salpica las imágenes de archivo con entrevistas actuales con un MacGowan ya demacrado: viejo, gordo y postrado a una silla de ruedas. Pese a su imagen lamentable y su embriaguez perenne -no se ve un vaso vacío en los 124 minutos de metraje- el irlandés recuerda su vida con una melancólica lucidez. De forma trepidante, el documental sitúa su inicio en Tipperary, el pueblo natal del músico, situado en el corazón de la Irlanda rural, donde Shane empezó a cantar, a beber y a fumar con seis años. Tras estos destellos de maestría juvenil, el documental gira hacía la oscuridad de MacGowan: su nueva vida adolescente en Londres, la depresión y el manicomio. A su salida del psiquiátrico, a sus 16, se topó de golpe con el punk, que justo nacía en el extrarradio londinense. Todo comenzaba a tener sentido: el alcohol, el ácido, los Pistols y el sexo; el pack completo de placeres adultos.

Pocos años después, formaba la banda que le hizo eterno. The Pogues fusionó la música tradicional irlandesa (la de sus primeras noches de gloria en el pub) con el punk; el resultado fueron himnos de la talla de Dirty old town o Love you ´till the end. Sus letras, sus poemas cantados, reivindicaban el sentimiento irlandés (el orgullo Paddy); hablaban de la guerra, la hambruna, el IRA, el amor y el whisky. Los miles de irlandeses que vieron nacer a los Pogues alucinaron, habían hallado a su patria en un bar del Soho. Esta época, este Shane joven, colocado, feísimo y tremendamente feliz es mostrado con maestría por Julian Temple mediante una fantástica gestión de la imagen de archivo. Asimismo, la banda sonora es abrumadora; Mott the Hoople y la esfera punk londinense anteriormente citada acompañan a la emocionante voz rasgada de Macgowan. Mención especial merecen las ilustraciones de Ralph Steadman. Permiten imaginar el mundo del excepcional artista, un mundo cuerdo e ilusorio, crudo y distorsionado.

El icono irlandés cayó en todas las drogas posibles, fue expulsado de su propia banda y, hoy, con 63 años, el tiempo avanza por él con la ferocidad de la metástasis (igual le sucede a Paul Gascoigne; lógico, han vivido tres vidas). Muchas voces le auguraron una muerte joven, pero el pestilente live fast, die young no tiene sentido para nuestro protagonista. Shane, con la mirada perdida, bebe, fuma, recuerda y añora. El documental lo comunica de manera sencilla y brillante. Es, sin duda, una pieza dura, divertida y muy emocionante.

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