Que las películas de Spider-Man han marcado especialmente a todos los nacidos en la década de los 90 es un hecho. A día de hoy son muchos los que todavía debaten qué Peter Parker es el mejor: el clásico Tobey Maguire, el hermano del medio Andrew Garfield, o el más reciente Tom Holland. Sin embargo, la unión de los fans se hizo más fuerte cuando aparecieron los villanos de todos los universos del joven-araña en los primeros tráileres. Tras meses de teorías sobre quiénes saldrían en esta última entrega de la trilogía de Spider-Man, dirigida por Jon Watts, por fin llega esta esperada película el 16 de diciembre a los cines españoles.
La película comienza como acabó Spider-Man: Far From Home. Mysterio (Jake Gyllenhaal) revela la identidad hasta entonces oculta de Spider-Man y Peter Parker (Tom Holland), lejos de ser considerado un héroe, se convierte en enemigo público. No sólo pierde su anonimato y con ello su vida de estudiante normal sino que esto también afecta a MJ (Zendaya) y a Ned (Jacob Batalon), pues su relación con el arácnido hace que no sean admitidos en la universidad. Peter siente una gran culpabilidad y pide a Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) que todo el mundo olvide que él es el superhéroe enmascarado. Sin embargo, el hechizo no sale como esperaba y esto provoca que los villanos de los diferentes universos del hombre-araña regresen al de esta película.
Hay que trabajar muy bien a un villano para que despierte la simpatía y empatía del espectador. En este caso, lo tenían fácil: estos personajes han formado y siguen formando parte de las vidas de los fans, y aprovecharse de esta nostalgia y cariño ha sido una buena carta que jugar. No obstante, no son meras marionetas que se dedican a hacer el mal. Aquí se les da más protagonismo y llegamos a ver aspectos de sus personalidades que no se vieron en sus correspondientes películas, haciendo que sean personajes mucho más profundos y complejos.

A diferencia de las otras dos entregas, lo acontecido hace que Peter Parker pase de ser un “crío” (palabra que se menciona a lo largo de la trilogía) a un hombre, y es algo que también se nota en el tono de la cinta. Estamos hablando de Marvel, por lo que la comedia está muy presente. Sin embargo es, de las tres, la que más dramatismo, emoción y acción contiene. Estos momentos perfectamente combinados hacen que la película tenga un ritmo frenético y que, lo que en realidad tiene una duración de más de dos horas y media, se pase en un suspiro y nos deje con ganas de ver más.
Respecto a los personajes secundarios, se percibe claramente el cariño con el que se les trata y son los que, además de ayudar a Spidey en todo momento, le recuerdan que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, especialmente tía May (Marisa Tomei). Por supuesto, no podemos no mencionar los espectaculares efectos especiales que dejarán a cualquiera con la boca abierta durante toda la película.
En definitiva, Spider-Man: No Way Home se convierte en un perfecto homenaje sobre el chico que, sin buscarlo, acaba siendo una figura muy importante tanto en la ficción como en la vida de aquellos críos de los 90 y 2000 que, ya siendo adultos, siguen fantaseando con recorrer la ciudad saltando entre edificios.