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«El ataque de los muertos sin ojos» y el Fantaterror

A finales de los años 60 y principios de los 70, el hartazgo de la sociedad española por el régimen se evidenciaba cada vez más. La censura, que había influido en la producción cinematográfica española durante algo más de 20 años, comenzó a levantar la mano, y con ello pudieron surgir nuevos y distintos tipos de cines en España, entre ellos el Fantaterror, como anunciantes de los nuevos cambios por los que pasaría la sociedad. 

“El ataque de los muertos sin ojos”  de Amando de Ossorio, sería uno de los ejemplos más claros del cine que se empezó a hacer en España a principios de los 70. En la década pasada de los 60, el cine de género empezó a consolidarse con los spaghetti western, el cine de acción o el ya nombrado Fantaterror.  Era un cine industrial, por llamarlo de alguna manera, películas prefabricadas con versiones eróticas para el exterior. Eran básicamente películas hechas en cadena para venderse como churros. Esta película de Ossorio es una más de ellas, con un argumento quemado y usado hasta la saciedad, hechas con un ínfimo presupuesto y con la mayoría del equipo del rodaje en la precariedad. Con la caída y declive de la Hammer, el cine en España se convirtió por aquella época en el epicentro del cine lowcost en Europa, a la altura de Italia.

Pese a ello, el Fantaterror no debe ser visto con esta única premisa. Jesús Franco, Amando de Ossorio, Paul Naschy… todos ellos era unos auténticos artesanos del celuloide. A pesar de que se le pueden reprochar bastantes cosas a su cine, es innegable que había cierto gusto, interés y pasión por lo que hacían. Había una auténtica marca en sus trabajos.

“El ataque de los muertos sin ojos” nos cuenta la historia de la venganza de unos antiguos templarios que fueron linchados y quemados por la gente del pueblo por cometer sacrificios humanos, para que no encontrasen el camino al más allá le quemaron los ojos. Con el paso de los años, se levantarán de sus tumbas y sembrarán el caos en el pueblo. Es un guión simplista y efectista, siendo esta simpleza donde se hace atractiva.

Sería la segunda entrega de la tetralogía de terror de Amando de Ossorio, que iniciaría con «La noche del terror ciego» y que continuaría con «El bosque maldito» y «La noche de la gaviotas».

La película bebe bastante del terror de la Hammer: sangre, desnudos, actrices atractivas, decorados góticos y muchos gritos. No solo recoge influencias de la emblemática productora inglesa. El argumento de la película básicamente consiste en cómo los supervivientes se encierran en la iglesia del pueblo para evitar así el ataque de los zombis templarios. Este confinamiento generará gran tensión, claustrofobia y discusión entre los personajes. Un argumento que nos recuerda  bastante a la “La noche de los muertos vivientes” de George A. Romero. Fácilmente podríamos decir que es la versión o el remake español de esta película sin cortarnos.

Resulta muy interesante como Ossorio juega con el mito de los templarios y sus prácticas oscuras, todo el misticismo que siempre ha rodeado a esta orden religiosa con tantísimos secretos, que incluso hoy en día se desconocen. Los templarios como si de la propia muerte se tratasen siembra el caos y el terror en el pueblo, como en una caza de brujas.

La iglesia con la fuerte influencia que tuvo en el régimen, y por consiguiente en los censores, hizo que el terror en España estuviese siempre muy cogido por pinzas. Por lo que cuando la censura fue perdiendo cada vez más su influencia en el cine español, propició el nacimiento y la popularidad de un cine de género, más explícito, visceral y directo. Un cine que vendría para quedarse a lo largo de la década de los 70 y al que se le sumarían el quinqui exploitation -sobre la delincuencia juvenil del extrarradio-, el cine LGTB de Eloy de la Iglesia, la Movida Madrileña o las comedias eróticas del destape.

Todo empezaría con el cine de género como el Fantaterror, que empezaría a confrontar con la tradición de la moral franquista y a mostrar un cine novedoso y distinto que incomodaba el puritanismo censor.

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