Siempre hay esperanza desde el punto de vista de los que comienzan a descubrir el mundo; un mundo que no siempre es amable con sus habitantes. El problema comienza cuando esto se descubre a una edad demasiado temprana. En la última película de Eric Barbier, basada en la novela autobiográfica de Gael Faye, vemos a través de los ojos de un niño de diez años que vive en Burundi cómo todo se desmorona a su alrededor por el genocidio que está teniendo lugar en el país de su madre: Ruanda.
Al comienzo de la película, la vida de Gabriel -interpretación brillante de Djibril Vancoppenolle- y su hermana Ana transcurre como la de la gran mayoría de los niños: ir al colegio, jugar con los amigos, hablar de las cosas que les ilusionan sin que sus padres les hagan demasiado caso. Pero poco a poco, el horror comienza a instalarse a su alrededor. Sus amigos comienzan a preocuparse más por los disparos que por los juguetes y las charlas de sus padres derivan siempre en discusiones a gritos. Todo lo que significa la infancia se hace añicos a ojos del espectador, ante la tristeza de dos niños que se dan cuenta de todo lo que sucede a su alrededor sin acabar de entender el porqué: los amigos de toda la vida se convierten en enemigos, los vecinos en rivales, las bromas en silencio. La devastación se muestra explícitamente recordándonos como los conflictos políticos en África terminan convirtiéndose en un macabro patio de recreo para los juegos de intereses de los países ricos.
La relación fraternal entre Gabriel y Ana es lo único que permanece intacto mientras la locura destruye todo a su alrededor. Las armas y la muerte comienzan a hacerse protagonistas en un film que actúa casi como documental en el modo de abordar el conflicto: nunca está de más recordar lo que ocurre en la vida real fuera de nuestros privilegios.
Quizá la amplitud de hilos narrativos -el divorcio de los padres de Gabriel, las relaciones con la familia de la madre, los círculos sociales en los que se mueven sus amigos- hace que no lleguemos a conectar demasiado con ninguno de ellos; aunque la trama principal sobre lo terrible del genocidio consigue llegar al espectador de una forma tan clara como dolorosa. La infancia queda atrás de manera precoz, un paraíso destruido y sumido en el peor de los apagones: el de la luz en los ojos de un niño.
Estreno en cines: 21 de mayo